segunda-feira, 31 de agosto de 2009

Crónica de una muerte anunciada (espanhol)

Es con pesar que inicio está crónica, expresando, mis más profundos sentimientos con relación al paso de tan ilustre señora entre nosotros.
¡La muerte murió!
Mis pésames a la familia enlutada.
Causa de la muerte: paro cardiaco, provocada por el Sr. Allan Kardec.
Sus hijos; Ignorancia Eterna, Infierno Eterno y el menor Paraíso Eterno, se encuentran inconsolables.
Durante muchos siglos la fallecida se regocijó con el miedo que las personas le tenían, la finada, fue la justificación preferida de los materialistas de guardia; nos aseveraban:
— La Muerte viene ay, si es así, gocemos la vida hasta la extenuación. ¡La nada es el futuro!
Religiosos, la utilizaron como instrumento de conversión y coerción.
Impiedosos, fueron los primeros terroristas psíquicos, de que se tiene noticia.
Era ella que traería el pago justo para los buenos y malos, entregándolos sin remisión a los hijos dilectos: Ignorancia Eterna, Infierno Eterno y Paraíso Eterno.
Gracias a ella, aún hoy, hombres subyugan hombres; probados representantes de Dios, dicen tener poder sobre la vida y la anteriormente citada.
Hace cerca de dos mil años, un Nazareno bello anunció: “creer en la muerte es creerse muerto”; pero los hombres prefirieron continuar adorando la propia ignorancia y su ceguera desmedida.
Siglos pasaron hasta la aparición de su cuerpo, en las mesas de comunicación mediúnica.
Cabe a Allan Kardec, presentar a la humanidad el certificado de muerte del viejo personaje.
Con la publicación del Libro de los Espíritus en 1857, la humanidad comenzaba a recibir la codificación espírita, prueba cabal de la desaparición de la tétrica señora que cargaba la hoz.
El obituario fue labrado en Francia, las voces de los supuestos muertos, siempre vivos, al unísono clamaran testificando: la vida prosigue más allá de la tumba.
Infelizmente, su velorio aún prosigue en los días actuales, su cuerpo está siendo velado en todos los lugares donde el hombre se reúne y es impedido de pensar.
Están presentes en estos lugares los hijos queridos de la difunta putrefacta, y continuarán velándola hasta que los hombres comiencen a razonar.
Sin duda ninguna, esta fue una muerte anunciada desde Moisés.
Sabedores del fallecimiento nos cabe ahora, velar por nuestra vida.
¿Por qué llorar, por alguien que nunca existió?
¿Por qué temer, ya que la muerte es, y siempre fue muerta?
Como asevera el aforismo popular: ¿“porque gastar vela con malo difunto”?
No habrá misa de séptimo día, pues muertos verdaderamente están, los que aún creen en una muerte que nunca existió.
Quiero olvidarte, pues te conocía cuando desconocía mi origen.
Ahora que me conozco y sé que soy inmortal, puedo decirte: Vida y muerte, todo es vida.
En cuanto a sus hijos ignorantes; solidario, sólo les puedo preguntar:
- ¿Ustedes ya leyeron, El Libro de los Espíritus?

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