quarta-feira, 19 de agosto de 2009

Amor de Madre

Era una mujer extremadamente dedicada, se sentía el ser más venturoso, pues Dios le premiara con la maternidad.
¡Finalmente, su sueño se realizara!
Los años pasaron y el niño que era la razón de su vida, infelizmente se perdiera en las ilusiones del mundo. Enredado por las drogas, aquel adolescente, antes tan educado, ahora era dado a hurtos e inmoralidades de toda orden.
Desesperada ella buscó toda ayuda posible, en vano; él cada vez más se atascaba en el mundo de las drogas.
En el día en que el hijo completaría 18 años, ella estaba en el cementerio cantando parabienes al lado de la sepultura; él muriera por sobredosis.
Inconsolable la madrecita buscó ayuda en algunas religiones y lamentablemente oyera de la boca de muchos religiosos que su hijo estaba irremediablemente condenado a sufrir en el infierno. Ella se esforzó por superar el dolor entregándose a la caridad; prometiera para sí misma que auxiliaría a otras madres a formar a sus hijos.
Así hizo, aquella mujer marcada por el dolor, era compañera inseparable de otras madres que enfrentaban el mismo problema.
Decepcionada se indagaba: “El Dios de las religiones es muy cruel, parece hasta que con el mismo hombre; ¿Será que Él crea a sus hijos y no les concede una nueva oportunidad para que reparen los errores que por ventura hayan cometido?”
Sus cabellos fueron pintados por la nevada del tiempo y un día la muerte vino a buscarla.
Al llegar en el más allá, fue recibida por personas que la precedieron en la vida material.
Sorpresa con la inexistencia del divulgado infierno, indagaba:
- ¿Dónde está mi hijo? ¿Dónde es el infierno? ¡Necesito encontrarlo!
- ¡El infierno es creación de los hombres mi hija! – una señora simpática le respondió. – un día que la renovación psíquica de él lo determine, usted volverá a verlo.
- ¿Quiere decir que mi hijo no está condenado al sufrimiento eterno? – la señora con cariño le esclareció.
- La vida continúa, su hijo no murió, ¡la muerte no mata el amor! No existe cielo de ociosidad, ni flagelo eterno. Dios ama todos sus hijos. Sus leyes inmutables propiciarán en el tiempo oportuno la posibilidad de liquidación a su hijo, por las faltas perpetradas.
Llorando de emoción la madrecita se arrodilló agradecida diciendo:
- Gracias Señor, pues si el cielo existiese y yo allá fuese a vivir, la paz ciertamente no estaría conmigo, y el supuesto cielo para mí tendría el nombre de martirio. ¡Gracias Señor!

***

Dios está por encima de las concepciones humanas, Él es la perfección.
Dios no escoge aquellos que desean estar con Él, pues su amor es inconmensurable.
Somos nosotros que a través de nuestras actitudes escogemos, cielo o infierno, en nuestras conciencias.
Aquí o en el más allá, el amor prevalece.

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